jueves, 17 de enero de 2008

A mi hermano del alma (II)

Angelito que escupes fuego:

no creas como íntima esa voz

que intrusa te habla frente al espejo.



Fue Satán, quien buscando concubino

me regaló esa lluvia de estrellas

concupiscentes y esquizofrénicas

que se apagaron esa noche dichosa

en que ambos, en secreto celebramos

en silencio.



Pero Aquél, de quien no se conocen amores

sigue encadenado aún al recuerdo de su destierro.


Nos encadena en su odio a un dios ya muerto

y marchita nuestro espíritu, que siempre joven, desea volar...

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