martes, 26 de febrero de 2008

Filosofía

En el conjunto de ideologías creadas por el hombre para explicar la razón de su existencia en el mundo (y del mundo mismo con todos sus seres) es posible encontrar 2 tendencias:

Fiat Veritas, Pereat Vita (Viva la Verdad, perezca la Vida) y viceversa:
Fiat Vita, Pereat Veritas.

La primera se manifiesta en aquellas que conciben la experiencia en este mundo como meramente transitoria (o en el peor de los casos un castigo), subordinada a un fin último que sería el de llegar a una "Verdad": religiones de todo tipo y la mayor parte de la filosofía -o toda filosofía desde un sentido estricto etimológico: proviene del griego philos (amor) y sophia (verdad, sabiduría)-.

La segunda tendencia1, según Nietzsche visible en todo arte con alguna influencia "dionisíaca", se deriva también de ciertas observaciones de las ciencias naturales: al parecer la Vida desconoce otro fin que no sea ella misma... puede prescindir de nuestras observaciones.

Cuando en ambas se habla de "vida eterna" no pueden referirse a una misma cosa: la Vida -o el concepto de Vida tal como la conocemos- deja de serlo en la ausencia de elementos que forman parte de ella y la definen, como los ciclos y la muerte (final de un ciclo, posible antesala de un otro). Por esto, también cuando hablan de la muerte no se refieren a una misma cosa: la "vida eterna" de los primeros es la Nada para los segundos, lo verdaderamente contrario a la Vida.

Notas:
1. El lema, como reacción a otro de la antigüedad, también se lo debemos a Nietzsche.

viernes, 15 de febrero de 2008

Los griegos

Tienen el mérito de no haber empastado sus mitos, creencias y esperanzas en un Viejo Testamento.

La mano de Dios

"Introducción a las literaturas occidentales", prof. María del Pilar Puig.

Nuestra particular posición planetaria nos permite la ilusión de un sol y una luna con idénticos diámetros (resultado del efecto combinado de tamaños y distancias). Esta ilusión -singular-, y asimismo el efecto ambivalente de bendición y pavor que los cuerpos celestes ejercieron sobre el "hombre primitivo", justifican el que éste haya atribuido a los astros (y a la Existencia misma) caracteres mágicos, divinos.

El "hombre moderno", en contraste, ha experimentado la sensación de certidumbre en sus especulaciones sobre nuestro origen físico en el universo. La incógnita sobre nuestro origen ontológico sigue, al parecer, intacta. Nuestra situación sideral, sin embargo, la hemos agotado en su capacidad de generar inspirados mitos cosmogónicos.

Así, pues, inventados los panteones para los dioses todos, cosecha ahora el hombre los frutos de sus anteriores coqueteos con la idea de una volición propia: un mayor conocimiento íntimo de su propia cuota de libre albedrío.

Dominadas y aprehendidas ciertas leyes del mundo físico, pudimos usarlas a nuestro favor. Con las leyes metafísicas hemos intentado proceder de la misma manera: la observación y posterior experimentación buscando descubrir nexos de causa y efecto. La ausencia de tal flexibilidad para la comprensión racional nos ha impedido modelar estas últimas en forma de ecuación. Por esto, nuestras conjeturas al respecto han tomado la forma de postulados sucesivos, a veces contradictorios.

Esta cualidad sucesiva dista mucho de ser una consecuencia "natural" de teorías falibles o incompletas. Constituye, más bien, una condición necesaria para toda evolución del pensamiento1. Así, en cierto sentido, el carácter teológico de nuestras primerizas interpretaciones se ha desvanecido con el tiempo, progresivamente, hasta lograr un enfoque suficientemente libre de asociaciones ultraterrenas.

Gozan de esta libertad el Derecho humano y nuestra actual filosofía; inclusive la psicología. Sin embargo, el destierro del elemento escatológico en nuestra teoría escrita no consuela al hombre que piensa en su muerte: el hombre conciente de la futilidad a largo plazo de los propósitos humanos.

En nuestro anhelo de Derecho Divino describimos también su naturaleza. Esto verificamos en el coro de Edipo Rey:

Fuera mi destino demostrar una santa pureza en mis palabras y en todos mis actos. Leyes de alto vuelo rigen para ellas, leyes que han nacido allí arriba, en el celeste éter, y cuyo único padre es el Olimpo, que no las engendró el hombre, de naturaleza mortal, y que nunca logrará el olvido adormecer. Porque en ellas hay un dios poderoso, un dios que no envejece.
El contraste entre esta naturaleza ideal y la Ley humana es plasmado así en Antígona de Sófocles:

Creonte: "Y, así y todo, ¿te atreviste a pasar por encima de la ley?"
Antígona: "No era Zeus quien me la había decretado, ni Dike, compañera de los dioses subterráneos, perfiló nunca entre los hombres leyes de este tipo. Y no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que sólo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron?"

El hombre antiguo, en su ingenuidad, reclama garantía divina a leyes que, por suponer eternas (o cuasi-eternas2) no pueden ser concebidas por mortal alguno. Asimismo la necesidad de omnisciencia encuentra en los Cielos el único ámbito desde donde sería posible administrar Justicia; descartando de esta forma la intervención humana como verdaderamente efectiva. Esta necesidad, empero, tiene su origen profundo en la psique humana; y si bien los reyes de antaño encarnaron simbólicamente su compensación, el hombre griego -genuinamente insatisfecho- fue capaz de sublimar esta paradoja en su arte.


Notas:

1. Esta cualidad adquiere mayor significación en el silogismo (tesis, antítesis, síntesis)

2. Un dios podía ciertamente cambiar estas leyes, como leemos en Medea (a Jasón) de Eurípides:
"Pero la fe de tus juramentos se ha desvanecido, y no puedo saber si crees que todavía reinan los dioses que reinaban entonces o si se han dictado ahora nuevas leyes a los hombres, puesto que tienes conciencia de que me has sido perjuro".

jueves, 14 de febrero de 2008

Animalia

Las teologías estudian la posibilidad de una eventual salida de un reino con cuyos habitantes tenemos en común más del 90% del ADN. Nos invitan a un otro reino que precisamente por esto no puede ser de este mundo.

Anti-Freud

Al Hombre se le explica con biología y psicología; aunque en mayores dosis la primera... No habiendo abandonado el reino Animalia, es justo afirmar que ésta sea la disciplina que más nos puede aportar datos sobre nuestra naturaleza; mientras que la psicología (y otras ramas afines: sociología, antropología, etc.) se encargan de lo que consideramos exclusivo al ser humano.

Sorprende el que se pretenda mayor relevancia a teorías más difíciles de probar que otras leyes físicas y biológicas que más de una vez nos hemos visto forzados a cambiar o actualizar por detalles que faltaban... Sólo un tipo como Freud inventa un mito del complejo de Edipo para malinterpretar la manera en que la prole busca monopolizar el acceso a la madre para garantizar su alimento. Incluso cuando afirmó que esto ocurre también en las hembras con la madre, no explicó el porqué sino que se limitó a anotarlo como un hecho de su "teoría".

Es incomprensible esa manía que tienen los psicoanalistas de pretender "curar" tendencias y comportamientos humanos que, por no entenderlos (o por no encontrar alguna razón que los justifique desde un punto de vista puramente utilitario), los consideran "patológicos", incluso cuando no provocan ningún daño a terceros... El psicoanálisis sigue siendo un producto social y hereda de ésta su norma y sus prejuicios. No pasa de ser un instrumento más con los que la sociedad define los comportamientos aceptados y los roles que necesita. En última instancia, tampoco les conviene una "cura" de sus pacientes; no sólo en el aspecto financiero: es la manera en que se manifiesta en los psiquiatras (y psicoanalistas, etc.) su intención de perseverar en el Ser, justificando sus propios roles como necesarios a costa de aquellos que no encuentran la misma satisfacción que otros en lo que ofrece esta zoociedad.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Posibles condiciones para el surgimiento de consciencia

El Hombre quizás comenzó intrigado por el reflejo de su imagen que al principio debió parecerle que venía de otro lado. En muchos animales sería una insensatez darle otro uso al agua de un lago o un río y usarla de espejo. Imposible el que puedan derivar alguna noción de su propia existencia cuando las circunstancias obligan a un permanente estado de alerta frente a posibles agresores.

El ser humano

El más irracional de todos los seres.

sábado, 2 de febrero de 2008

El Inconsciente

No podemos descartar el Inconsciente y situarlo por debajo del Yo consciente; mucho menos desestimarlo como atavismo de nuestra primaria constitución animal. Herramienta válida como cualquier otra, en éste se encuentran codificadas las reacciones que no necesitan del filtro racional; incluso aquellas más recientes -posteriores a la toma de consciencia de esa otra herramienta que es la razón- que se han revelado como necesarias.

El Inconsciente percibe mucho más que la cabeza humana ocupada de sí misma... Lo que percibe nos lo transmite en sueños, presentimientos, intuiciones, etc. Que muchas veces deseche el pudor para hacerse escuchar, es otra cosa... En la probable ausencia de un ángel guardián, es una idiotez el pudor para con nosotros mismos.

viernes, 1 de febrero de 2008

Religión

Caso particular del síndrome de Estocolmo para con un dios a quien alternativamente se teme y se ama.