Todos cometemos errores alguna vez, así como Adán y Eva: después de probar del fruto que les ofreció un animal ("el más astuto de todos", que nos hizo sapiens, y ancestro de lo que ahora conocemos como las serpientes), de repente descubrieron su desnudez y casi inmediatamente inventaron las primeras prendas de vestir hechas por el hombre y la mujer, pero de una textilería tan rudimentaria (dios lo juzgó así) que era ridículo inventar la palabra (sólo con Dios viene primero el verbo), y por esto recibieron túnicas... (Quien escribe ignora si algún santo o emperador han tenido también ese privilegio.)
Todo esto, dicen, ocurrió por comer del "fruto del conocimiento del bien y el mal" ¿De verdad comimos algo así o es que fue cosa de apenas una mordida o estaba vencida, treta astuta de criatura más sapiens?
"La necesidad es la madre de la invención", dicen... pero es difícil explicar aquella primera, extraña y repentina urgencia de vestimenta, algo que nos traducen por "vergüenza" y cuya único propósito era ocultarse... Desterrados del Edén, donde al parecer no hay invierno o estaciones, conoceríamos también el calor y el frío, y sus rigores. Como no fuimos creados para el lugar en que estamos, se hizo imprescindible el uso de ropa adecuada al clima, quitando el piel/abrigo a otros animales a falta de túnicas que generosamente nos donara dios, etc.
Durante un tiempo muy largo que ha durado hasta hoy, nos multiplicamos lo mismo que las razones y la cantidad de prendas para vestir. En algún punto hacer ropa se convirtió en oficio y en arte. Adán y Eva deberían avergonzarse por intentar hacer que unas hojas fungieran de prendas íntimas: la coquetería, más antigua que el oficio más antiguo del mundo, nos ha hecho crearlas más coloridas, aunque algunas vengan todavía con el defecto de ser menos fáciles de desprender que otras.