domingo, 24 de agosto de 2008

Humanistas

A menudo se reprocha (con razón) en los filósofos y artistas cierta complacencia en los vaivenes de la condición humana siendo como son, un poco esnobistas y -en los casos extremos- misántropos, en interminable oscilación entre el amor y el odio a sí mismos.

Pero este amor y odio a sí mismos pueden engañar fácilmente al observador cuando éstos han decidido estudiar en sí mismos la condición singular de ser humano; situación a la que cuesta acostumbrarse... Encuentran inútiles las limitaciones que otros se imponen a manera de normas, compañía y costumbres: restringen la libertad y suelen coartar el potencial.

En los casos en que el observador no se sabe también objeto de estudio y al mismo tiempo lo impide, los primeros deberían fungir temporalmente de espejos. Aunque imposible, sería ése el único gesto válido.

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