viernes, 9 de enero de 2009

Para terminar con el juicio de dios

(Continuación de una obra inconclusa por Antonin Artaud y tantos otros...)


El temor a dios es un tumor hereditario y contagioso, a estas alturas quizá imposible de extirpar. Un tipo que cree que dios existe y que habla, sólo dios sabe qué cosas escucha. Los que tienen miedo de escuchar (la mayoría) se conforma con lo que "escucharon" otros. Una especie tan estúpida (dizque sapiens) que se deja engañar por sus propios fantasmas, aunque en estos días encerremos en manicomios a tipos como Abraham a quien "dios" les ordena matar a un hijo. Para abolirlo tenemos que elegir entre un holocausto nada fácil en que perecería lo que queda de la humanidad o la tarea más difícil de convencer o seducir a cada cual a que mate a "dios" dentro de sí, tantas veces como sea necesario. De lo contrario es más que probable que la religión acabe con nos (y cada una suele tener su apocalipsis). Imposible dejarlos matarse entre sí sin que puedan tocar a los verdaderamente infieles e inocentes...

Sucede que como especie somos una novedad, y existe una "niñez" a nivel de especie y por eso creemos todavía en nuestros reyes magos y en san Nicolás.

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