domingo, 21 de septiembre de 2008

Diónisos

Nietzsche no era ateo.

¿Pudo serlo alguien que reivindicaba para "Dios" y a los dioses (de existir, es más probable el plural) atributos distintos, antes conocidos?

No puede serlo quien intenta resucitar a Diónisos (el culto, no a un dios que sabe hacer esto solo). Ningún dios carente de vínculo con la Tierra merece la atención de los hombres... "Dios" había muerto en cuanto deidad de quienes juzgan de esta vida una imperfección la materia y la muerte; a Quien sólo habremos de conocer en su totalidad después de esta vida: quizás el único momento en que sería posible confirmar y denegar cada uno de los postulados de toda teología.

El "culto" a Diónisos consistía en experimentarlo en uno mismo, habida perdida de la individualidad y por consiguiente de toda abstracción donde existe algún límite: prejuicios, leyes, moral, costumbres... perdiendo éstas su vigencia, al menos de manera temporal: lo suficiente para vislumbrar su caracter arbitrario y perecedero, y lograr el éxtasis o comunión, un tributo que bastaba al dios. Por esto no tardó mucho para que se percibiera en muchas partes como una influencia perniciosa, causa de locura; y la vez se presentía, con razón, un peligro para el estado y las buenas costumbres... Cualquier otra excusa era innecesaria para justificar la necesidad de convertir en mártires a las Bacantes.

También Diónisos podía transformar el agua en vino... Sin explicar éste y muchos otros plagios -el cristianismo- le asociaron luego al mismísimo "Diablo" y las nuevas Bacantes (que revivían el culto en base a recónditos recuerdos, sueños, o necesidad) fueron llamadas "brujas", y "aquelarres" las Bacanales.

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